Los resultados de Donald Trump en la carrera hacia la Casa Blanca han destrozado todos los esquemas de analistas y las ilusiones de miles de personas que querían ver a una mujer en la presidencia del país referente en Occidente.
Sin embargo, la realidad se ha impuesto y la excelente carrera y preparación de la candidata republicana ha chocado con una estrategia de Branding y de Marketing político que ha roto los moldes. En esto Trump no ha sido el primero, Obama ya rompió las reglas del juego en las primeras elecciones en las que consiguió la victoria al usar las redes sociales y las llamadas de teléfono para movilizar a su electorado.
Sin embargo, Trump no ha seguido la misma estrategia. Veamos por qué ha ganado las elecciones la peor marca del mundo.
Donald Trump, la peor marca del mundo
Sin lugar a dudas, Donald Trump es la peor marca del mundo (visto desde un punto de vista academicista). Sin embargo, está claro que no debe ser tan mala cuando ha conseguido su éxito. Si fuera un logotipo, Trump es un mal logotipo.
Con su flequillo rubio imposible y su aspecto de tipo bastante grimoso, excéntrico y con una esposa perfecta, Trump representa lo más alejado del candidato a la presidencia de los Estados Unidos que se puede crear en una factoría de Marketing. De hecho, creo que ni él pretendía ser el presidente.
Me lo imagino jugando al golf y diciendo a su compañero de partida “si me presentase a la Presidencia ganaba a todos estos inútiles”. Y la inmediata respuesta de su acompañante “no te lo crees ni tú”. A partir de ahí un “¿que no?”… y tres días después estaba buscando un asesor para iniciar su campaña.
Conexión emocional con el electorado descontento
Cuando digo que Trump es la peor marca del mundo me refiero a que no cumple con los estándares y con lo políticamente correcto y eso en la carrera presidencial siempre ha tenido un peso muy importante. Sin embargo, Donald Trump ha conseguido algo que siempre pido a una buena marca y es que conecte emocionalmente con sus clientes.
En eso, Trump ha hecho maravillas. En un primer momento, cualquier candidato quiere ser aglutinador del voto de la mayoría. Eso significa que debe ser moderado en sus opiniones, exquisito en sus formas y tremendamente conciliador con las minorías. Trump ha hecho lo contrario.
Él se sabía perdedor en esa batalla contra los candidatos “oficiales del Partido Republicano” en las primarias, así que decidió ir a por un electorado al que nadie hacía caso porque normalmente no vota. Total, si tenía que perder que fuera con una apuesta ganadora. Fue a por el “blanco orgulloso de ser norteamericano y que se siente abandonado por los políticos de Washington”.
Esos son muchos, pero podía perder a muchos otros votantes que le consideraban un extravagante millonario con ideas incendiarias. Sus contrincantes infravaloraron su capacidad de hablar como un blanco en un bar de country del Medio Oeste y su capacidad de decir en una tribuna lo que nadie quería decir. Y ahí comenzó su éxito.
Fue su irreverente forma de actuar (y te aseguro que fue una actuación y que no tiene pensado llevar a cabo muchas de las cosas que ha dicho en campaña porque ni él se las cree) la que le permitió superar ronda a ronda a todos sus contrincantes, que no conectaban con la mayoría, solo con minorías (cada uno con una) lo que les hacía ser más débiles que el candidato Trump.
¿Por qué ha conectado emocionalmente con ese electorado?
En primer lugar porque se trata de un electorado que no cree en la Política ni en los políticos. Y Donald Trump no es un político de carrera. En segundo lugar, porque es el primero que dice lo que quieren oir, sin pelos en la lengua. Las críticas del resto del mundo (comenzando por la clase política tradicional y siguiendo por la comunidad internacional) han encumbrado al candidato Trump como el defensor de la “América para los americanos” (su lema de campaña era “Hacer América grande de nuevo”).
Usó las peores tácticas en las Redes Sociales
Por otro lado, Donald Trump ha hecho un uso muy particular de las redes sociales. Muy probablemente, su electorado potencial no usa estas redes, pero al incendiarlas con sus comentarios se convertían en la mejor plataforma de publicidad para salir en los telediarios de Norteamérica.
Cuantos más telediarios abría y más críticas llegaban de los poderes fácticos de EE.UU. más atractivo se hacía para su electorado. Muy probablemente, tenga mucho que ver en esto Steve Bannon, el que parece que ser su estratega en la sombra.
Mientras Obama le ridiculizaba diciendo que si no era capaz de gestionar su cuenta de Twitter cómo iba a ser capaz de gestionar el maletín de los misiles, miles de blancos tomando una cerveza en cientos de bares del Medio Este pensaban que el “negro que los ha llevado a ser ninguneados por todos los países del mundo se metía con el único norteamericano que decía lo que pensaban todos”.
Si la lógica de la Comunicación en Redes Sociales invita a ser prudente y a generar polémicas de guante blanco, a ser gracioso y a ser amable con los demás, el Twitter de Trump se convertía cada día en una fuente de ataques a diestra y siniestra para generar titulares en los medios tradicionales.
Además, las redes sociales también han servido a Trump para lanzar todo tipo de calumnias (esto es una suposición, pero las noticias falsas que afectaban a los demócratas han beneficiado la campaña de Trump hasta el punto de que Facebook y Google han decidido poner medidas) que iban minando la credibilidad de sus oponentes.
El menosprecio del que se cree superior
Sigamos con el análisis y con los errores de los oponentes. En este escenario de unas elecciones con un “metepatas” en frente, Hillary Clinton menospreció el poder de Trump para conectar y se dedicó a constatar la cantidad de “burradas y sandeces” que decía el candidato republicano. Obama fue más allá y tomó el papel de agresivo ridiculizador de Trump.
El Partido Demócrata ha perdido estas elecciones por su inutilidad estratégica y por su incapacidad de adaptarse a las tácticas simplistas de Trump. Se ha gastado más del doble en campaña que el candidato republicano y encima ha perdido.
El menosprecio era tan evidente que no pensaron que debían presentar un programa serio, una alternativa a las propuestas de Trump y se dedicaron a hablar como todos los políticos. Te invito a que veas las diferencias entre los programas de ambos candidatos en este artículo titulado “Las propuestas de los candidatos“.
No quiero decir que Clinton no tuviera un programa, sino que su programa era un programa “sin riesgos”. Y ha obtenido unos resultados sin riesgos. Ante otro candidato sin riesgos hubiera ganado, ante la peor marca del mundo, que no se jugaba nada, perdió.
A veces una marca puede ser la peor marca del mundo y sin embargo obtener buenos resultados. La clave del éxito de Trump ha estado en ser diferente, ser innovador y conectar emocionalmente con su público. La peor marca del mundo para muchos es hoy la más poderosa. Y eso nos tiene que hacer reflexionar.
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