Una de las razones por las que nos sentimos inseguros a la hora de emprender en solitario es el síndrome del impostor. Se trata de una sensación de inseguridad, que nos impide ofrecer con naturalidad respuestas a preguntas profesionales de las que conocemos la respuesta. El síndrome del impostor nos hace ser incapaces de defender nuestra capacidad profesional ante posibles clientes por miedo a ser considerados impostores y malos profesionales. En este caso, preferimos perder la posibilidad de tener un cliente antes que correr ese riesgo.
Contenidos de este artículo:
Nuestra marca personal y el síndrome del impostor
Cuando somos profesionales dentro de un colectivo, una empresa, un grupo de otros profesionales, nuestro miedo a ser considerados impostores es menor, porque consideramos que nuestra responsabilidad quedará diluida en el conjunto. Sin embargo, cuando nos enfrentamos al reto de defender nuestra valía profesional en solitario, el síndrome del impostor nos atenaza y deteriora nuestra credibilidad profesional.
Este síndrome afecta directamente a nuestra marca personal, porque al renunciar a presentarnos como una alternativa profesional fiable, somos nosotros mismos los que socavamos nuestra credibilidad profesional y nuestra marca profesional personal.
La percepción de nuestro cliente potencial debe ser inequívoca, puesto que va a confiar en nosotros para solucionar un problema que tiene y que, aunque parezca exagerado, le cambiará de alguna forma su vida. Da igual el tipo de producto o servicio que vendas, se trata de algo que cambia de alguna forma la vida de tus clientes. El síndrome del impostor no facilita que tu cliente confíe en ti, entre otras cosas, porque demuestra que ni tú mismo confías en ti.
Por tanto, antes de comenzar a vender cualquier producto o servicio en el mercado como profesional debes interiorizar que, aunque no puedes evitar sentir esa inquietud sobre tu capacidad profesional, es solo eso, una percepción tuya y en la inmensa mayoría de las ocasiones no está justificada.
Cómo evitamos el síndrome del impostor: argumentos para el auto-convencimiento
Tenemos que buscar argumentos para convencernos a nosotros mismos de que no somos tan malos profesionales como para no ser capaces de resolver los problemas de nuestros clientes. Para ello, cuando te asalte el síndrome del impostor piensa en estas 7 cosas:
- Cualquiera que esté buscando soluciones a sus problemas en el campo en el que nosotros actuamos es muy probable, casi seguro, que sabe menos que nosotros de nuestra profesión, porque si supiera tanto o más que nosotros no buscaría ayuda.
- Incluso si sabe tanto como nosotros, a veces es necesaria la ayuda externa para resolver un problema y cualquiera al que ayudes a resolver sus problemas te estará muy agradecido, aunque no hayas “dado una clase magistral sobre tu profesión”.
- Si estás en el mercado es porque te has formado, has trabajado en ese tema o de alguna forma llegaste a la conclusión de que “eso que haces es bueno para otras personas que tienen problemas”.
- Cuando enfrentes un proceso de venta, deja claro a tu cliente que no tienes ni el “Libro gordo de Petete” (si no entiendes esta metáfora es que eres mucho más joven que yo), ni has inventado la rueda en tu profesión. Ser honesto y reconocer tus limitaciones, pero sin desacreditar tu valía profesional, establecerá una relación sincera con tus clientes potenciales y evitará la frustración de haber creído que eres infalible.
- Cuando estés prestando un servicio y no puedas resolver un problema porque no tienes una solución, pide ayuda a otros compañeros profesionales que tengan más experiencia en ese campo. Esto lo hace hasta el mejor médico del mundo cuando se enfrenta a un caso que no ha visto y no sabe cómo afrontar. Tú no eres peor profesional por buscar ayuda, eres más responsable que otros que no la piden.
- En el caso de no encontrar una solución al problema de tu cliente (ni pidiendo ayuda) se sincero y explica a tu cliente hasta donde puedes llegar con tus servicios. Si es necesario, devuelve lo cobrado y asesora gratis hasta donde llegues. Cuando tu cliente vea esa actitud comprenderá que no hay mejores manos en las que poner sus problemas.
- Por último, antes de flagelarte por el fracaso y reforzar tu síndrome del impostor, comparte con otros profesionales tu frustración ante la imposibilidad de resolver un problema profesional y comprueba como no eres el único que se enfrenta a esas cosas. Seguro que hay personas que te recomendarán libros, seminarios, talleres o cualquier otra forma de mejorar en eso concretamente. Y si te dicen que eso no hay quien lo resuelva, dedica tu tiempo a buscar tú las soluciones, puede que tengas un nicho de mercado por explotar.
Espero que estos consejos te ayuden a superar tu síndrome del impostor y a mejorar tu marca personal, aunque no confío mucho en mi trabajo ni en mis soluciones, porque, a veces, tengo la sensación de que no sé lo que hago… es broma, llevo mucho tiempo en mi profesión y he ayudado a miles de personas a mejorar sus marcas, así que sé de lo que hablo.
Si te ha gustado el artículo, compártelo.
Deja una respuesta